lunes, 18 de agosto de 2014

VIDA EN SOMBRAS, por Israel Paredes


Salvando las distancias existentes, Vida en sombras, la única película comercial dirigida por el cineasta Lorenzo Llobet Gracia, siempre me recuerda a El cuarto mandamiento de Orson Welles en tanto a que las versiones que hoy conocemos de ambas son productos de una mutilación, aunque de diferente naturaleza. Si la película de Welles la sufrió en el momento de su producción al no permitir al cineasta el poder montar el material que él deseaba y, por tanto, entregar una película que, en principio, no se ajusta a la idea inicial de Welles, la obra de Llobet Gracia la sufrió con el paso del tiempo. Estrenada comercialmente de mala manera y sin demasiada repercusión, la copia que nos ha llegado y que hoy en día se puede disfrutar es el resultado del trabajo de restauración realizada por el cineasta Ferrán Alberich a partir de los materiales existentes, como se indica al comienzo de la película, pues no se han llegado a encontrar los negativos originales. Es posible que la película que puede verse en la actualidad se acerque a la original, o puede que no; sin embargo, al igual que sucede a la obra maestra de Welles, no es ápice para no disfrutar con una obra insólita, sin parangón dentro de la historia del cine español. Por todo lo anterior y por su escasa suerte comercial, Vida en sombras se fue convirtiendo poco a poco en una película maldita cuya revalorización vino dada por el interés cinéfilo de rescatar la única película comercial de Llobet Gracia.
Lo más llamativo de Vida en sombras es que posee un planteamiento y una sensibilidad extraordinaria para su época; en muchos aspectos, también para la nuestra. Jugando con la realidad y la ficción, Llobet Gracia se acerca a Carlos Durán (Fernando Fernán Gómez) a modo de biografía para, poco a poco, ir convirtiendo la película en algo diferente, en toda una reflexión sobre el cine en su relación con la realidad desde diferentes puntos de vista. Durante un tiroteo, su mujer muere bajo las balas mientras él, operador, rueda una toma. A partir de entonces, Durán marcha al frente para convertirse en reportero bélico, siempre con la imagen de su mujer muerta ante sí. Hay algo de pesadilla en Vida en sombras, también de itinerario personal dentro de esa pesadilla personal en la que se ve introducido Durán y donde el cine y la imagen poseen un lugar especial, de gran importancia. No es de extrañar que se haya señalado que hasta Arrebato, de Iván Zuleta, no había existido una reflexión acerca del medio cinematográfico del calado y profundidad de la película de Llobet Gracia en el marco del cine español. Ambas películas, además, se adentran a su manera en el cine y en la imagen a través de una cierta idea de vampirización y de juegos de espejos.
Vida en sombras, por otra parte, presenta una puesta en escena sorprendente y unas resoluciones visuales casi rompedoras entonces en una cinematografía como la española. Incluso, muchos años después, seguía siéndolo, algo que pone de relieve la innovación de sus imágenes. También su misterio, pues aunque estamos ante una película de narración convencional, hay algo bajo sus imágenes enigmático. Resulta casi increíble que una película construida a través de retazos encontrados pueda transmitir tantas emociones. Y quizá sea esto lo que le confiere aún más ese halo de misterio que se mantiene de un visionado a otro, siempre sorprendiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario