La Nueva Ola Checoslovaca es un
movimiento que no goza de la popularidad de otras corrientes que
surgieron casualmente en su misma época, como la Nouvelle Vague francesa
o el Free Cinema británico, y sin embargo posee alguna de las obras más
geniales, radicales, innovadoras y estimulantes del cine mundial de los
años sesenta y principios de los setenta. Cintas como La tienda de la Calle Mayor, Martillo para las brujas, Happy End, Las margaritas o Pedro el negro son
imprescindibles para comprender la evolución narrativa y esquemática de
gran parte del cine que surgió a partir de los años setenta. Conocidos
son los nombres de Milos Forman, Ivan Passer, Otakar Vavra o Jiri
Menzel, quizás los más grandes representantes de la escuela
cinematográfica checoslovaca. Pero pocas veces se nombra a Karel
Kachyna. Únicamente se recuerda la que es considerada una de las mejores
películas de la historia del cine europeo, la inquietante y profética La Oreja (Ucho), cinta incluida de forma inapelable en las diversas ediciones del libro Las 1.001 películas que hay que ver antes de morir que
por su atmósfera tenebrosa, demencial y opresora así como por su
escalofriante ejercicio de denuncia contra las maniobras de espionaje y
degradación ejercidas por el Partido Comunista checo, se encuentra
claramente emparentada con la multi-premiada La vida de los otros. A
pesar de poseer una joya de tal calibre en su filmografía, Kachyna es
uno de esos viejos maestros del cine centro-europeo cuya obra ha quedado
postergada a un lamentable segundo plano.
Es incomprensible que un film de la belleza visual y lirismo de Carriage to Vienna no
ostente un lugar de privilegio en el Olimpo de obras maestras del cine,
porque es una cinta que rebasa los límites axiomáticos del cine para
convertirse en un auténtico poema hecho imágenes que bebe de los
cantares de gesta e historias que los juglares del medievo se encargaron
de mantener en la memoria de las distintas generaciones a través del
boca oreja. Carriage to Vienna es una película ejemplar, una
tragedia griega inserta en el más abominable acontecimiento del siglo
XX, natural y bella como pocas películas, que hace de la sencillez su
principal bandera. Kachyna huye de todo tipo de lujos técnicos evitando
abrazar recursos narrativos rupturistas con los patrones clásicos de
hacer cine, cocinando de este modo a fuego lento una obra de arte de 75
minutos de duración con los únicos mimbres de una cámara, un bosque como
escenario y claro protagonista onírico de la narración en el cual se
desarrolla la trama planteada, tres actores y un carruaje tirado por dos
caballos como único artificio empleado para que la trama fluya hacia
adelante.
No hay ningún ornamento adicional a los
anteriormente mencionados. Igualmente Kachyna se apoya en el hecho de la
diferencia de nacionalidad existente entre los dos soldados
protagonistas (desertores nazis austríacos) y la viuda checa que
transporta a ambos a través del bosque en su coche de caballos para
plantear una película en la que el lenguaje corporal es tan importante
como los diálogos, ya que prácticamente la totalidad de la película se
centra en una especie de conversación al aire entre uno de los soldados
nazis que habla en alemán con la viuda checa la cual únicamente parece
comprender su idioma materno y por tanto no puede establecer una
conversación tradicional con su interlocutor.
La película comienza con un bello plano
de un frondoso bosque adornado por una enigmática y hermosa melodía
clásica de reminiscencias barrocas. Unos créditos informativos exponen
que un pacífico campesino ha sido ahorcado por un pelotón nazi que le
apresó tras sorprenderle robando unos sacos de cemento en los últimos
días de una agonizante II Guerra Mundial. Esa misma noche dos soldados
arriban a la casa de la viuda del asesinado. Éstos solicitan a la mujer
que les ayude a desertar a través del bosque en dirección a Viena. La
viuda atisba de este modo la posibilidad de vengarse del acto perpetrado
por el ejército nazi, por lo que decide prestar la ayuda que le han
solicitado los dos soldados, pero en aras de transportarlos hacia la
dirección en la que se ubican las fuerzas partisanas checas en lugar de
en dirección hacia tierras austriacas.
Tras esta breve descripción narrativa la
cámara nos presenta a los tres personajes que llevarán el peso de la
sinopsis. Así contemplaremos a una bella joven ataviada con un triste
pañuelo negro que cubre prácticamente su rostro en señal de duelo a la
que acompañan un soldado malherido que yace en el interior del carruaje
que se avergüenza del acto de deserción llevado a cabo (por lo que
intuimos que ha sido arrastrado a él por su joven compañero) y a un
inocente y descreído soldado que no para de hablar en alemán sobre
distintos avatares de su vida con la intención de establecer un hilo de
comunicación con la joven que parece les va a conducir a la libertad.
En los primeros compases del viaje la
cámara nos avisará de las verdaderas intenciones de la mujer, la cual
esconde un hacha en los bajos del carro y va dejando señales en el
camino de forma que éstas puedan servir de rastro a las fuerzas rebeldes
checas en su objetivo de localizar y eliminar a los soldados evadidos.
Conforme avanza el viaje, los sentimientos que el espectador siente
hacia los personajes van tornándose, de modo que la supuesta víctima
adopta la forma de un cruel y despiadado verdugo carente de
sentimientos, mientras que los supuestos diabólicos e inhumanos soldados
nazis muestran sus debilidades, miedos y anhelos de manera que según
avanza la trama se incrementará el grado de empatía hacia el soldado más
joven, el cual únicamente desea reunirse con su madre y retornar a su
ciudad natal para vivir en paz y comenzar una nueva vida sin odios y
desde cero.
Los dos personajes principales son
ciertamente antagónicos. La mujer muestra un carácter determinado,
silencioso, fuerte, valiente y despiadado, mientras que el joven
desertor se revela como una persona débil, aniñada, irresponsable,
soñadora, despistada y cobarde. No obstante en el transcurso del viaje
el carácter imberbe y romántico del soldado acabará dinamitando las
ansias de venganza de la joven viuda la cual terminará apiadándose de
él. Sin embargo un fatal designio del destino inducirá a que el
floreciente amor que parecía iba a nacer se transforme en tragedia,
siendo la moraleja de la película que la venganza y el odio solo pueden
engendrar horror y destrucción.
Uno de los aspectos que más me gustan de
la cinta se basa en el hecho innovador y valiente de humanizar a los
hasta entonces desalmados y sanguinarios soldados nazis. Ya el cine
alemán de la época había intentado exhibir las dos caras existentes en
el ejército nazi, pero sin alcanzar las cotas de ternura y verdad que
desprende el personaje dibujado por Kachyna en Carriage to Vienna. Otro
de los puntos que confieren a la cinta un halo de misticismo inspirador
es la atmósfera onírica, tenebrosa, misteriosa e irreal que concede a
la cinta el escenario natural en el que transcurre la trama: un
perturbador e inquietante bosque que parece va a devorar a los
protagonistas en el momento más inesperado. Las brumas que emanan de sus
profundidades, las amenazadoras sombras de las ramas de los árboles
(los cuales parecen dotados de alma y vida propia) dispensan a la cinta
de una atmósfera espectral más propia del cine fantástico que del drama
bélico. La fotografía en blanco y negro es espectacular ayudando a
perfilar un ambiente oscuro y perturbador en el que el mundo de las
sombras y las tinieblas fagocitan la escasa luminosidad que lucha por
abrirse camino entre las fauces de los gigantescos árboles que
obstaculizan el camino de los protagonistas, hecho este que recuerda a
las películas emanadas en los estudios RKO patrocinadas por el maestro
de la insinuación Val Newton.
Sin duda Carriege to Vienna es
una película que sorprenderá a aquellos cinéfilos que se atrevan a
descubrirla por primera vez. Podemos calificarla como una road movie
existencialista y trágica enmarcada en el cine bélico centro europeo de
los años sesenta, es decir, aquel cine en el que las batallas y ambiente
bélico no eran más que una excusa para plasmar un cuento moral en el
que reflejar las inmoralidades y perversiones que ostenta el alma
humana, es decir, aquellos extravíos que son causa directa del origen de
los conflictos bélicos en los que desgraciadamente el ser humano parece
que se empeña una y otra vez en caer. No dejen pasar la oportunidad de
visualizar esta maravillosa obra de arte. Seguro que la disfrutarán.
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