Creo que no voy a descubrir demasiado si consideramos el notable impacto que produjo en el cine de Hollywood el estreno del admirable film de Roberto Rossellini GERMANIA ANNO ZERO (1947). Más allá del retrato de un Berlín devastado tras la conclusión de la II Guerra Mundial, creo que atrajo fundamentalmente el protagonismo y la visión completamente divergente a los estereotipos habituales del protagonismo de los niños en un film. Fruto de ello la M.G.M. dio vida LOS ÁNGELES PERDIDOS (The Search, 1948), en la que Fred Zinnemann recreaba los ecos de la mencionada obra de Rossellini con un carácter más sentimental. Por su parte, la RKO auspiciaba algunas obras en esta vertiente –CHILD OF DIVORCE (1948), el debut de Richard Fleischer- y dos producciones de ese inteligente hombre de cine que fue Dore Schary. Una de ellas fue la prestigiosa EL MUCHACHO DE LOS CABELLOS VERDES (The Boy with Green Hair, 1948) y otra este pequeño e impecable LA VENTANA (The Window, 1949) con la que el estupendo operador de fotografía Ted Tetzlaff logró el que a la postre sería el título más reconocido de su trayectoria como realizador –confieso que el buen resultado del mismo me motiva a seguir otras obras suyas-.
Adaptada de un –presumiblemente- sencillo y atractivo relato del escritor de novelas de intriga Cornell Woolrich (William Irish), es evidente que en THE WINDOW se integran dos relatos paralelos que discurren con bastante fortuna en pantalla. Por un lado el correspondiente al planteamiento de una historia de suspense, con su habitual planteamiento, y por otra la fábula de un fantasioso niño Tommy (el pequeño Bobby Driscoll, desaparecido aún en plena juventud por sobredosis de drogas), que en medio de un entorno urbano de postguerra ha de integrarse en la batalla del aprendizaje de la vida y la integración en la realidad creciendo repentinamente.
Si en la segunda vertiente ciertamente la película puede parecer ingenua y bienintencionada –estamos lejos de alguna propuestas posteriores del gran Alexander Mackendrick destacando la maldad congénita que se manifiesta en la infancia-, ciertamente LA VENTANA permanece aún hoy día como un estupendo ejercicio de estilo dentro del cine de suspense, ajustado en una escueta duración, bien estructurado en sus elementos de tensión y, sobre todo, impecablemente narrado, con una espléndida utilización de luces y sombras, picados, contrapicados y toda una serie de elementos cinematográficos que llegan a tener algunos momentos de gran refinamiento e incluso originalidad plástica.
La película se abre con una excelente secuencia de apertura que nos traslada a la dualidad de sus intenciones, barajando con habilidad la inflexión del suspense y la constatación del punto de vista del pequeño protagonista –en este aspecto el film es impecable en su aplicación- Un movimiento de grúa nos lleva desde un exterior urbano obrero a una ventana, un cambio de plano nos introduce al interior de una casa abandonada caracterizada por su siniestra penumbra en la que descubrimos a Tommy. A continuación se nos describen la fantasía de sus actuaciones, recorriendo él –y nosotros por la descripción de la cámara de Tetzlaff-, el entorno de viviendas en ruinas comunicadas por las terrazas y escaleras –que tendrán una especial importancia en la conclusión de la intriga-.
Tommy es un niño que siempre está inventando historias y situaciones y ello conlleva la desconfianza de sus padres, hasta que en una noche de enorme calor el pequeño contempla desde la escalera exterior de su edificio el crimen que ha cometido el matrimonio Kellerson. Como no podía ser de otra manera la realidad del relato será increíble dentro de la trayectoria de invenciones de Tommy, por lo que sus padres no creen su relato pese a que los asesinos paulatinamente van descubriendo la información que el pequeño alberga y poco a poco adquieren conciencia de la necesidad de eliminarlo, en especial el esposo –Joe (el siempre admirable Paul Stewart)-. A partir de esta sencilla premisa –que evidentemente tiene algo de similitud con LA VENTANA INDISCRETA (Rear Window, 1954), una de las obras cumbres de Alfred Hitchcock, también procedente de un relato de Woolrich-, la película de Tetzlaff creo que se articula con notable interés a través de tres premisas primordiales.
La primera de ellas es obviamente la acertada introducción del punto de vista del niño, que proporciona al metraje una especial singularidad aún vigente en nuestros días. Por otro lado es evidente que el realizador sabe “hablar” con la cámara, ofreciendo una planificación muy inteligente, mezclando instantes de gran movilidad en sus planos con otros fijos caracterizados por una perfecta iluminación ambos. En cualquier caso THE WINDOW destaca por la precisión de su planificación, en la que cualquier elemento mostrado jamás resulta gratuito y brindando una construcción a fin de cuentas precisa que siempre se ha definido como “hitchcochiana” pero que personalmente considero como una particular visión del thriller asumido por la RKO y puesto en practica por realizadores como el propio Hitchcock, Tourneur, Lang y también otros de inferior personalidad.
Pero si algo que da en la retina de esta pequeña pero finalmente estupenda película es, sin lugar a dudas, la larga secuencia de persecución del asesino a Tommy en el interior del edificio en ruinas, en una sucesión de planos, encuadres y momentos en penumbra que se pueden incluir en las antologías del género. Especialmente en la sorprendente persecución por las decrépitas escaleras que finalmente se derrumban con una perfecta utilización cinematográfica de dichos momentos. Es una lástima que los pocos minutos que se suceden a esta impresionante secuencia estén a un nivel convencional, ya que el impacto de las mismas se reduce. En cualquier caso, con su aparente corto alcance y su enrome precisión, THE WINDOW se erige en un pequeño clásico que pese a no estar firmado de un nombre quizá no de primera fila, no merece quedar en el olvido del aficionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario