LA VIOLENCIA ESTÁ EN EL AIRE
Joe
y Artie son dos gamberros de poca monta que toman por la fuerza un
vagón de metro con varias personas a bordo y no las dejan descender. Su
única intención es provocar el terror en los pasajeros. Todos los que
viajan en el vagón tienen un conflicto latente, que la presencia de los
dos delincuentes hace salir a la luz.
Con un argumento tan
simple como éste nos enfrentamos a una impresionante e incómoda
película acerca de lo cobarde que somos los seres humanos cuando
determinados abusadores abusan de nosotros o de los demás y en lugar de
hacer algo, de enfrentarnos a ellos, tragamos, tragamos y tragamos sin
lógica alguna.
Este es el tema
principal la película, aunque también conlleve que todo aguante tiene un
límite y hasta al más amenazador abusador antes o después tiene de
vérselas con "la horma de su zapato".
Varios perfiles, bien trazados, entre saltos generacionales y exponentes de distintas clases sociales de una sociedad americana violentada, de moral desahuciada, comparten vagón de metro en Nueva York en una madrugada desquiciada.
Nos encontramos con un tren que atraviesa un túnel de prejuicios -homófobos, raciales y de toda índole-.
La inquietante cinta del director Larry Peerce encierra a 15 personas, entre ellos un soldado, una niña, una pareja de ancianos y un alcohólico comatoso.
En el caso de los dos gamberros protagonistas, sólo son la muestra poblacional de un sondeo social que advierte sobre la deshumanización en las grandes urbes.
Una representación social sin arrestos para organizarse, tender una mano y doblegar su cobarde hipocresía.
La
primera parte de la película, menos el prólogo, parece una película
pasable como mucho. Es una presentación de los personajes, pero
necesaria para entender el comportamiento de ellos durante "El
incidente".
Curiosamente
la segunda parte se desarrolla al completo en el vagón del tren que
parece transcurrir a tiempo real y que genera una gran sensación de
claustrofobia. Interesante también algún toque ácido racista como el del
final para una película diferente y muy recomendable.
Cuando están todos ya reunidos en ese vagón del metro, la atmósfera se va recargando cada vez más.
La violencia se palpa dentro, y es eso lo que la hace cruda y terrorífica: que se palpa.
Hoy en
día nos lo dan todo masticado, y ya no nos sorprende que salga un tipo
con una recortada y le vuele la cabeza a otro. Ese es el error que nos
inmuniza.
Bien dirigida y mejor actuada, cabe destacar a Martin Sheen como uno de los matones, en el que sería su debut en la gran pantalla. Además, destacar a Tony Musante, quien interpreta al otro matón y a Beau Bridges (hermano de Jeff Bridges), en uno de sus primeros papeles.
Bien dirigida y mejor actuada, cabe destacar a Martin Sheen como uno de los matones, en el que sería su debut en la gran pantalla. Además, destacar a Tony Musante, quien interpreta al otro matón y a Beau Bridges (hermano de Jeff Bridges), en uno de sus primeros papeles.
No entiendo como la máquina hollywoodiense no ha hecho un remake de esta película, creo que en la pregunta está la respuesta; no la hecho porque no puede con el contenido.
Es
más sencillo centrar la atención en el 3D, los efectos especiales y los
argumentos leves y pasotistas. Es una lástima que una película como
ésta no sea casi conocida, porque a mi desde luego me parece una
auténtica joya.
Como
gran curiosidad, aunque no lo he comprobado, las autoridades del Metro
de Nueva York no dieron permiso para filmar en sus vagones, y todas las
escenas fueron rodadas de forma clandestina, lo que puede notarse
durante la película en los fallos de iluminación de algunos momentos;
aunque a la larga le dio un mayor realismo, además de hacerla más
incómoda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario