El
talento de muchos de los cineastas de Hollywood que fueron llamados a filas había adquirido un mayor grado
de
madurez cuando se reincorporaron a la vida civil. Así, mientras William Wyler reflejaba
los
problemas
de los
soldados
que
volvían
a
casa
en
Los mejores años
de
nuestra vida
(1946), Frank Capra hacia que su tradicional fanfarria de alabanza
al
hombre común adquiriera unos tintes más oscuros
en
¡Qué
bello es
vivir!
(1946).
Los
géneros que
florecieron
en el cine
norteamericano durante
la
postguerra, caso del cine negro y de la ciencia-ficción, parecían reflejar
el estado de
ánimo mucho más sombrío
de
un
país
preocupado por
las
consecuencias de la nueva era atómica y sumido en el paranoico
clima creado por la «guerra fría»,
algo
que
se
podía apreciar deforma particularmente virulenta
en
un
film
como
La invasión de los ladrones de cuerpos
(1956). También
el
western,
especialmente
en
las colaboraciones entre
James
Stewart y
el
director Anthony Mann,
o
en películas concretas, como
Solo ante el peligro
(1952) o
Centauros del desierto
(1956),comenzó a explorar con mayor complejidad y profundidad psicológica
los
tenues matices que separan el bien
del
mal. Irónicamente, también fue éste
el
período durante el cual
el
vistoso escapismo
de los
musicales alcanzó nuevas cotas de expresión artística gracias al equipo que Arthur Freed dirigía en la M-G-M y a la sombra de Gene Kelly, como ponen de relieve las películas
Un
día en Nueva
York
(1949), que sacó
el
musical
a los
escenarios naturales, y la oscarizada
Un americano en París
(1951), que contribuyó
a
popularizar el ballet. Por otro lado, muchas
de las
figuras
más
relevantes de
la
cinematografía británica consiguieron mantener
el
ímpetu que habían recibido
sus
carreras durante
los
años de
la
guerra.
The Archers,
el
tándem formado por Michael Powell y Emeric Pressburger, con películas como
A
vida o muerte (A
Matter ofLife and Death,
1946),
Narciso
negro
(Black
Narcissus,
1947) y Las
zapatillas rojas
(The Red Shoes,
1948) continuó sorprendiendo al público con su seductora utilización
del
color,
en
un intento, insólito dentro
del cine
británico,
de
aunar la potencialidad del cine como lenguaje visual
y
su fuerza emocional. Por su parte, David Lean desplegó toda su maestría como montador y narrador
de
historias,
en
adaptaciones
de
Dickens, como
Cadenas rotas (Great
Expectations,
1946), mientras que Carol Reed, causaba una enorme impresión con
Larga es la noche
(1946) y
El
tercer
hombre
(1949)
y
las
comedias de
los
estudios
Ealing,
por ejemplo, Ocho sentencias de muerte
(Kind
Hearts and
Coronéis,
1949)
se
ganaban
el
favor
del
público a escala internacional. En Italia,
el
neorrealismo, con su enfoque documental
de los
rigores de las vidas de la gente corriente, floreció en películas como
Roma, ciudad
abierta
(1945)
y
Ladrón de bicicletas
(1948), y
su
influjo
se
dejó sentir en
el
mayor realismo de
las
producciones cinematográficas del Hollywood de la época
y,
más tarde, en los
kitchen sink
dramas
británicos del tipo de
Un lugar en la cumbre
(1959) y
Sábado noche,
domingo
mañana
(1960). Por otro lado, el cine japonés también comenzó a labrarse una reputación a escala internacionalgracias
al
triunfo obtenido en algunos festivales y a la aceptación general
que
obtuvieron entre
el
público películas como
Tokio
Monogatari
(1953),
de
Ozu y
Cuentos de la lunapálida
(1953),
de
Mizoguchi; mientras que la maestría de Ingmar Bergman quedaba patente con películas como
El séptimo
sello
(1957)
y
Fresas
salvajes
(1957).
El
poder
de los
estudios de Hollywood, que durante tanto tiempo había parecido indestructible, comenzó
a
tambalearse
en este
período al prohibirse la situación de monopolio que suponía
el
hecho de que las
productoras
no
sólo
se
dedicaran a hacer
las
películas
sino
que tuvieran también
el
control
de las
salas
en las que
aquellas
se
proyectaban. Por otra parte,
la
aparición de
la
televisión fue percibida como una seria amenaza para la popularidad del cine y llevó a Hollywood a contraatacar con nuevas técnicas, como la 3-D y
la
pantalla gigante, produciendo espectáculos
como
La túnica sagrada
(The Robe,
1953) o películas que trataban temáticas más serias, como
Un tranvía
llamado Deseo
(1951),
El hombre del brazo de oro (The
Man With the
Golden
Arm,
1955)
y Anatomía
de
un
asesinato (Anatomy
ofa Murder,
1959).
No hay comentarios:
Publicar un comentario