La vaca
se basó en el cuarto relato del libro
Azadaran-e Bayal
(
Enlutados de
Bayal,
1965) escrito por el magistral escritor-psiquiatra Gholamhosein Saedi. Él
junto con Al-e Ahmad, fueron los primeros escritores iraníes que narraron sus observaciones de la vida campesina. De este modo, los años 60 fueron testigos del
nacimiento de un género literario regional en Irán. Para un autor como Hasan Mir
Abedini, el mundo de los relatos de Saedi contempla la pobreza, superstición,
esquizofrenia y horror en los pueblos sufrientes. Gran parte de sus personajes fueron los agricultores arrancados de su tierra, intelectuales apáticos, los vagabundos y
mendigos, vivientes marginados de la urbe. Así pues Saedi se convirtió en un presentador de las anomalías de la sociedad de su tiempo y en un crítico social radical
e intransigente que se contraponía la versión conformista. En su obra, deja una
herencia que directamente influencia a Dariush Mehryui: guarda una mirada imparcial y se distancia lucidamente a la admiración de la pobreza económica, intentando enseñar el papel de la pobreza cultural como el generador de las inclinaciones
sociales de su tiempo y de la transformación humana.
El gran talento de Saedi estaba en la ambientación de sus relatos. Él, en la
elaboración de la atmósfera nostálgica del pueblo medio arruinado, muestra una
gran potencia, entremezclando la realidad y la ficción para introducir al lector en el
mundo de los sueños y pesadillas de sus personajes. Como afirma Mir Abedini: «sus
relatos se quedan suspendidos entre las realidades de la vida cotidiana y un espacio
mental y subjetivo. Así pues, el lector comparte los sueños y las alucinaciones de los
personajes, se altera, conmueve y sale de su estado pasivo».
Los enlutados de Bayal,
el libro que generó un estilo nuevo en la narrativa
moderna persa, está formado por ocho relatos cortos. Todos los relatos ocurren en una aldea llamada Bayal, y cada uno de ellos, toma como protagonista a uno o
algunos aldeanos. La omnipresencia de la muerte en la vida del pueblo, ofrece una
calidad amenazadora a cada relato. En este espacio lleno de angustias, calamidades y
perdición, nadie busca remedio, y el único cerebro pensante del pueblo, un hombre
llamado «Islam», propone guardar el luto como la única opción existente.
La vaca
, es el cuarto relato del libro. Cuando muere la vaca de Mashd Hasan,
él que ha perdido su única tenencia en este mundo, se refugia en su universo interior y se vuelve loco. Se considera vaca a sí mismo, muge y pasta como ella y al final,
muere cayéndose de un precipicio de camino a la ciudad, donde le llevaban Islam y
otros pueblerinos para curarle.
El punto culminante del libro, quizás se encuentre en el sexto relato, cuando el humor absurdo de Saedi llega a su clímax al narrar la reacción de los aldeanos
al impacto del sofisticado tecnicismo: Un grupo de campesinos en un camino en-
cuentran una caja metálica y empiezan a discutir para descubrir la verdadera identi-
dad de la caja. Al final Islam, oyendo llantos del interior de la caja, deduce que la
caja debe haber sido parte de un mausoleo y por lo tanto un elemento sagrado. No
tarda mucho en que los pueblerinos construyen unas paredes alrededor de ella, y
elijen una guardia a su «caja sagrada». Esta situación se termina a la llegada de los
camiones militares en busca de su caja metálica perdida.
Comparando con el relato, en la película se aprecian unos cambios, sin
embargo, el fondo metafórico guarda los mismos matices que el mismo. La transfiguración del hombre en su vaca, a pesar de ser la imagen de la extrema soledad del
único guardián de este animal mitológico, representa su alejamiento de la socie-
dad y de la familia en un matiz kafkiano. El personaje aislado, perteneciente a una
cultura en el punto de metamorfosis, para arreglar el vacío interior, provocado por
un suceso histórico, vuelve hacía su interior para recuperar el tesoro perdido a través
de un proceso psicológico: un acto individual-subjetivo que, no obstante, es abortado abruptamente por el objeto-sociedad y las fuerzas irracionales arraigadas en la
memoria colectiva.
Este mismo ambiente reaparece en la obra de Mehryui hasta final de este
periodo, calcando la mirada de Gholamhosein Saedi y Al-e Ahmad, critica la irracionalidad de la masa en una sociedad con un contexto tradicional al contacto con
los elementos nuevos en una situación nueva. En este periodo, la ideología izquierdista ocupaba gran parte de las tendencias de los intelectuales iraníes. Así es que la
temática mehryuiana, en este tiempo, también acusa a la masa por su falta de volutad para realizar el cambio social a pesar de soportar las sofocantes condiciones
humanas. Por otro lado, se opone al absolutismo del tecnicismo racionalista, que
fascina a gran parte de la superficie del hombre de su tiempo a la vez que le aliena de
su cultura autóctona. Anhela, un tiempo utópico, basado en un equilibrio universal
entre el hombre y la naturaleza, entre el individuo y la sociedad: un tiempo previo a
los conflictos actuales de su sociedad.
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