jueves, 23 de enero de 2014

EL DIARIO DE DAVID HOLZMAN, por Adrián Martín


Con poco más de 20 años y un pequeño presupuesto de dos mil quinientos dólares, Jim McBride empezó a rodar David Holzman´s Diary a partir de tres ideas: la imagen de un hombre filmándose en un espejo, la banalida de la vida cotidiana y la forma en que el carácter opresivo de Nueva York afecta a las percepciones y el comportamiento de la gente.

David (el guionista L.M. Kit Carson) es un imbécil. Decide rodar hasta los detalles más ínfimos de su vida cotidiana para "descubir la verdad", pero su enfoque, a ratos obsesivo, voyeurístico o paranoico, no tarda en ganarse las antipatías de todos los que le rodean. Lejos del "documental burlón" al uso, la recreación de McBride de las fases de este diario audiovisual está salpicada de elipsis dramáticas, suspense emocional y una serie de variaciones agradables y siempre sorprendentes. El resultado es notablemente premotinorio. Las obsesiones del cinéma vérité de los sesenta a las que se apuntaba aquí alcanzarían su pleno florecimiento mucho después, en las eras del video y la cámara digital.

David Holzman´s Diary ha envejecido bien. No solo ha recibido trabajados homenajes, en el CQ de  Roman Coppola (2001), sino que sus invenciones fomales, largas tomas estáticas, pantalla negra, distorisión con el ojo de pez, travelings laterales y pixilaciones de un fotograma, han prefigurado muchos otros experimentos. McBride ya había sintetizado, y criticado, la herencia de Godard, Mekas y el "cine en directo".

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