UNA
MUJER
SIN INFLUENCIA |
Wanda
(1970), la única película realizada por la actriz Barbara Loden, esposa de
Elia Kazan, vuelve a las salas de cine tras una larga ausencia gracias al
esfuerzo de Isabelle Huppert y su productora que ha comprado los derechos.
Treinta años antes de Sue perdida en Manhattan, he aquí el retrato cómico y
conmovedor de una mujer a la deriva.
Algunos entregarían la obra
completa de Elia Kazan por el único film rodado por su mujer, Barbara Loden.
Wanda (1970) continúa siendo una película desconocida a pesar de
mostrar el retrato más conmovedor del cine de los años 70 con las mujeres
bajo la influencia de Cassavetes. Realizado con el menor presupuesto
posible, sin iluminación, sin vestuario (el personaje masculino lleva la
ropa vieja de Kazan), con la ayuda inestimable de Nicholas Proferes, formado
en el seno del cinéma-verité de Leacock en los años 60 que se ocupó tanto de
los encuadres como del montaje, Wanda es un trazo extraído del
glamour romántico de Hollywood, un negativo violento de todos los Bonnie
and Clyde del mundo. Fundamentalmente, defendida durante diez años por
Barbara Loden, quien trabaja un autorretrato apenas dibujado, el personaje
de Wanda sigue siendo una figura magnífica, nunca resuelta, nunca
recuperable, que desafía cualquier reducción.
La dama es
una vagabunda
Desde los primeros planos, Barbara
Loden nos sorprende. La cámara recorre un paisaje minero. En frente, al pie
de una montaña de hulla, una casa: La abuela está en la ventana, una madre
se levanta, toma el desayuno, un niño llora. Identificamos a esta mujer como
la heroína epónima, la seguimos a la cocina. Y de repente asoma alguien bajo
una manta, acostada sobre el sofá, el cabello despeinado, otra mujer. La
mujer del comienzo con el niño no era la Wanda del título. En primer
lugar, vemos el mundo obrero, los mineros que trabajan y viven en las
colinas de arena negra. Esta humanidad laboriosa tiene su sitio en la
sociedad. Y debajo, bajo las mantas, existe otra humanidad que ya no tiene
su sitio, totalmente desconectada de la vida social y la norma. Es la
vagabunda, rechazada fuera de los ordenes sociales (lo que le otorga un
poder crítico considerable: lo burlesco) y forzada a vivir una vida a ras
del suelo, junto a los desechos: como el héroe de la genial novela de
B.Traven, La nave de los muertos, sin domicilio fijo, sin pasaporte, es
relegado al lugar asignado por la sociedad a sus retoños sin papeles: el
lugar del muerto.
Pero con Wanda, el vagabundo
es por primera vez una mujer. Y esto lo cambia todo: ella no encaja en el
pasaje de los finales de la mitología americana como todos los vaqueros
solitarios de los años 70. Uno puede extrañarse de que los estudios
feministas florecientes al otro lado del Atlántico nunca hayan tenido en
cuenta a Wanda (1) Socialmente, es una mujer indigna. En cuanto asoma
su cabeza bajo la manta, ella ya ha soltado todo, su marido, sus hijos. Debe
rendir cuentas ante un tribunal para divorciarse, pero llega tarde, dudosa e
indiferente (hablando de su marido: "si quiere el divorcio, déselo");
Wanda está lejos de ser una mujer contestataria, una rebelde, afirmando
sus deseos de independencia. Este complejo retrato pulveriza al resto de las
mujeres "liberadas" de los años 70, como Alicia en Alicia ya no vive aquí
de Scorsese, que tomaba la carretera, educaba a su hijo y realizaba su
sueño roto, convertirse en cantante, dentro de un guión muy convencional.
Con Wanda todo es muchísimo
más complicado: ella parece libre y sin embargo se comporta como un
auténtico parásito. Se engancha como puede a los hombres que se cruzan en su
camino y se cuelga de ellos como un peso muerto. Como un buen perrito,
encuentra a su amo, Mister Dennis (le llama Señor, como una niña), un
perdedor, un ladrón miserable y torpe. El guión se define poco a poco en
torno a un fallido atraco a mano armada en un gran banco, demasiado grande
para ellos, en el centro de la ciudad. Mister Dennis la trata como a un
perro: cuando la envía a comprar una hamburguesa en plena noche, él
refunfuña, tira la cebolla frita a la basura y ella, toda contenta la
recoge. Hay que decir que Wanda es un poco estúpida. La gran idea de
Barbara Loden es haber hecho de Wanda un personaje cómico. En buena
parte del film se pasea con los bigudís en la cabeza. Habla con una voz
gangosa, la frase entrecortada tanto por hipos como por pequeñas síncopas.
Wanda
no es indiferente, simplemente está disponible y desocupada. Ella deambula,
espera ser tomada (también en un sentido sexual: una vagabunda es también
una fulana), espera que se le confíe algo. En un primer momento se muestra
reticente cuando Mister Dennis la implica en un atraco; incluso haciendo
prueba de una firmeza moral que no conocíamos, lo rechaza. Cuando él le
sermonea: "Quizás no hayas hecho nada en tu vida, pero ahora vas a hacerlo",
ella se siente la encargada de una misión que efectivamente cumplirá, ¡y con
qué determinación! Persevera, quiere hacerlo lo mejor posible. Un vínculo
muy discreto los une a los dos, lejos de la furia de los amantes en fuga que
atraviesan el cine americano; es una pareja improbable, pero una pareja al
fin y al cabo.
Señora Nadie
Barbara Loden juega con una gran
ventaja: a un tiempo, la inteligencia de la denuncia de la alineación
femenina (Wanda sólo puede definirse con relación a un hombre) y su
exigencia de inventar una figura que no corresponde a ninguna preexistente
ni en el cine ni en los manuales de sociología. Puesto que hay un momento en
el que rendirse a la evidencia, Wanda ni siquiera es una mujer. Cada escena
viene a ratificar su nulidad, Wanda es un pequeño objeto sin utilidad
de apariencia totalmente abandonada. Emprende su camino a ninguna parte
porque no es buena en nada ("just no good", repite constantemente); es
despedida de su trabajo porque cose demasiado despacio. "Ni siquiera es una
ciudadana americana", le reprocha Mister Dennis; ella se ha retirado del
mundo de los vivos.
No hay ninguna duda de que Barbara
Loden se nutre de su propia experiencia de "muerta viviente"(2) Hay una
Barbara Loden viva que hay que buscar en sus interpretaciones en el cine y
en el teatro de papeles disponibles: tanto Wanda como la
espléndida Ginnie en Esplendor en la Hierba (1961), que se entrega a
todos los notables de la ciudad por desafío y desesperación; o Maggie,
personaje frágil inspirado en Marilyn, que interpretó en teatro en
Después de la caída de Arthur Miller (1964) y que se define como una
Miss None (miss no one, señora nadie) arraigada únicamente en un "Ahora".
Del mismo modo, Wanda es no one, no es nadie, es un topo de vista muy
corta, una "miss now" de restringido campo de acción.
Juana de Arco
Por eso Wanda es una figura
tan inédita. La "crisis de la imagen-acción" que sustituye a la forma-paseo
en el film de acción del que habla Deleuze a propósito de Scorsese, Lumet y
Cassavetes todavía producía figuras desconectadas pero plenas, machos
heroicos o mujeres locas de amor. Wanda vacía al cine de todos estos
fantasmas, de todas estas obsesiones, es una gran plancha, tal y como exigía
Bresson, que aplasta a las imágenes y a las figuras. Wanda no
comparte el heroísmo solar del hippie, ni siquiera puede ser identificada
como una figura errante: el vagabundeo es todavía un proyecto con el viaje
como fin. No hay viaje alguno en Wanda. El personaje es siempre
filmado en su entorno (minas, ciudades) sin ningún espacio de largas
carreteras alrededor de ella. Incluso el punto de partida ha desaparecido:
cuando el film comienza, Wanda ya no está en su casa, sino en casa de
su hermana. No tiene un hogar, dulce hogar que abandonar, sino que ya ha
salido. Es sólo una vagabunda que vive en un deambular; en cada instante su
imagen está ahí, en la realidad del instante pero sin ningún otro gesto ni
proyecto.
¿Quién es Wanda? ¿Sólo una
figura negativa? ¿No one? La interrupción en la imagen final cubre de gloria
esta "singularidad cualquiera" (Giorgio Agamben) sin identidad, entrando en
la línea de grandes figuras literarias como Bartleby o los héroes de Robert
Walser. Duras no se equivocó hablando de la "gloria" de esta "decadencia";
Godard tampoco, quien ve "esplendor" en esta "miseria". En la edición de
Gallimard de sus Historia(s) del cine bajo estas dos palabras, coloca
una junto a otra la imagen del rostro de Wanda y la Juana de Arco
encadenada de Bresson. La pequeña Wanda es a un tiempo una enajenada,
una idiota, una mujer libre, un payaso, un ángel, un perro. En la última
secuencia, sublime, en la mesa de un bar en medio de desconocidos, Wanda
se encuentra estancada hasta la eternidad, cigarrillo en mano, la cabeza
inclinada. Un gesto simple, de una compasión infinita. Wanda es una
santa.
(1) Lo que hace Berenice
Reynaud en su excelente texto "For Wanda" disponible en el sitio
sensesofcinema.com
(2)
"Tuve la suerte de marchar, pero durante años he sido
como Wanda, un muerto viviente, hasta los 30 años aproximadamente. Yo pasaba
por la vida como una autista" Entrevista con Michel Ciment, Posifit nº121,
p.34-39.
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viernes, 24 de enero de 2014
WANDA, por Stéphane Delorme
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