La vi por primera vez allá por 2009, doblada y mutilada sobre la pantalla grande de El Foro, y ya entonce me dió la impresión de que le faltaba ritmo, que sus
imágenes se suceden con un apresuramiento excesivo; que en ningún
momento atina a privilegiar aspecto alguno de la historia. Paradógicamente y pese a sus dos horas y media, a mí me faltaban
escenas; escenas que puedieran hacer las veces de catalizadoras en el
metabolismo interno de la película, que le dotaran de cierta pausa, que
le permitieran profundizar más allá del conflicto superheróico y le
sirvieran, además, de obligado contrapunto. Que realizaran, en
definitiva, esas mismas funciones que tan bien cumplían en el cómic las
historias cotidianas de los personajes secundarios: la del chaval y el
quiosquero; la de las pandillas urbanas; la del doctor Malcolm
y su esposa; la de la pareja de lesbianas... Todo eso estaba ausente en
la adaptación que se estrenó en los cines, todo eso nos lo habían
escamoteado con muy malas artes. Hasta ahora, porque el Ultimate cut, la tercera versión del film de Snyder,
que rebasa nada menos que en una hora la duración de la primera,
apuesta firmemente y con buen criterio por reintegrarlo casi todo a su
lugar de origen.
Además del añadido de algunos planos y secuencias menores que ayudan a encadenar con mayor naturalidad las escenas ya estrenadas, como esos carteles en los que se recrea la cámara en el trayecto de vuelta de Daniel tras su visita al primer Buho Nocturno; además de recuperar, como ya hiciera la segunda versión, la Director´s cut, la muerte de Hollis Mason, el Ultimate cut se destaca y aventaja a sus predecesoras fundamentalmente por la habilidad con la que acierta a insertar, dentro del complicado engranaje de su trama principal, el relato del Navío negro, incluyéndolo en la misma forma fragmentaria en la que aparecía en el tebeo, seguramente la forma en la que debió haber figurado desde el principio. Pero no sólo devuelve al Navío negro al lugar del que nunca debio salir; de su mano retornan también los diálogos de los dos Bernards, el quiosquero y el lector, que preceden o suceden a cada fragmento del cómic dentro del cómic. Un acierto muy estimable que permite al espectador explorar de forma más realista los efectos que la escalada de tesión generada por la posibilidad de un conflicto nuclear provoca en la gente de a pie, pero que sobre todo sirve para dotar a la segunda parte de la cinta de unas subtramas de las que antes carecía, y que sin duda enriquecen y elevan la intensidad dramática del film. Es cierto que la audacia de la que Moore hace gala en el empleo del lenguaje y los recursos propios del cómic sigue sin encontrar reflejo en la película; que aún pueden echarse en falta algunos elementos importantes, tal es el caso del origen de la máscara de Rorschach, o de la relación entre las lesbianas, o de la historia familiar del doctor Malcolm y la profunda huella que le imprimen las vivencias de Kovacs, pero en general no se puede negar que esta nueva versión re-extendida deja el agradable sabor de boca de haberse aproximado al relato original todo cuanto la diferencia entre medios lo permite. Tras dos años y tres versiones, ahora sí tengo la sensación de haber visto una buena película -aunque no una obra maestra-, de haber contemplado por primera vez una adaptación lograda de Watchmen. Algo a lo que contribuye decisivamente también el hecho de haberla disfrutado en su audio original, como bien saben los que abominan de los doblajes. Lo que me lleva a plantearme la siguiente cuestión: ¿de verdad esperan los grandes estudios cinematográficos que nos dejemos en taquilla un ojo de la cara para que con el otro podamos ver la peor versión posible de sus producciones? ¿Es ésta la manera en la que piensan devolver a los espectadores a las salas de cine, jodiéndolos hasta decir basta? Anda y que les den, para la próxima me espero a que salga en Taringa el corte que merezca la pena.
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