domingo, 26 de enero de 2014

SALMO ROJO, por Jonathan Rosenbaum


El documental de 1997 East Side Story  da por sentado que los directores del bloque comunista se morían por rodar extravagancias al estilo de Hollywood, que invariablemente terminaban pareciendo rígidas, anticuadas y mal equipadas. Pero el espectáculo deslumbrante y revolucionario del Salmo rojo de Miklós Jancsó es un musical comunista altamente sensual que emplea la ocasional desnudez de manera tan lírica como las canciones, el baile y la naturaleza; en un lenguaje muy propio baila tanto como llora. 

Se sitúa en el siglo XIX, cuando un grupo de campesiones exige los derechos básicos al terrateniente y este contesta con soldados a caballo. Salmo rojo está formado solo por veintiséis tomas, cada una de ellas una intrincada coreografía de cámara panorámica, paisaje y cuerpos amontonados. La extrarodinaria fusión de forma y contenido, política y poesía que hace Jancsó está a la altura de las interesantes innovaciones de la nouvelle vague francesa. La música perdura en el pensamiento durante días y los colores son arrebatadores.

Podría considerarse el mejor filme húngaro de su tiempo, pues posee  un nervio que lamentablemente parece haberse perdido en Estados Unidos. Jancsó crea una extraordinaria continuidad entre pasado y presente, una sensación de inmediatez de la historia que tienen muy pocas películas de la misma época, lo que sugiere que el formalismo del que suelen acusarle deriva de la incomprensión del sentido historico y político de su obra..., combinado con un comprensible esfuerzo por embriagarse de virtuosismo estílístico y de belleza.


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