viernes, 24 de enero de 2014

SUPER FLY, por Steven Jay Schneider


Es sencillamente inolvidable, una de las películas más apreciadas y a menudo citadas del ciclo de la Blaxploitation, con una chispeante banda sonora funk de Curtis Mayfield, y un antihéroe machista, traficante de drogas y rufián callejero en la década de 1970. Dirigida por Gordon Parks Jr., este duro drama de acción/crimen fue financiado por un grupo de empreasarios independientes afroamericanos (la primera en tener ese honor) con un equipo casi enteramente negro. En ella se anticipaba la infiltración de las ropas llamativas y de las drogas mortales, sobre todo la cocaína, en la diversión de la cultura pop americana.

Superfly cuenta la historia de un traficante de drogas de Harlem, Young-blood Priest (Ron O´Neal), que espera hacer un último negocio y transformar toda su cocaína en dinero para empezar una nueva vida alejada del crimen. El filme deja claro que la continua afluencia de droga en el ghetto engendra dolor, sufrimiento y un interminable círculo de violencia, y convierte a Priest en el tipo más rico y el más admirado del barrio. Destaca la "conciencia machismo/cocaína" de la era y subvierte la conciencia política negra en algo irrelevante e ineficaz.

Es casi imposible criticar la película por su falta de un mensaje coherente y políticamente correcto. El diálogo es tan animado, el montaje de plano fijo al compás de "Pusherman", tan conmovedor, el carácter de O´Neal tan carismático, que los espectadores no pueden evitar sentir la ebullición que provoca el desarrollo de la película. O, como un crítico comentó sucintamente, Super Fly capta perfectamente "la esencia de lo que es la vida de un triunfador".


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