En
el último tramo de la carrera de Yasujiro Ozu, “La hierba errante” (“Ukigusa”, de 1959) supone una obra en cierta
manera excepcional por dos razones fundamentales: por un lado, aquí el maestro
de Tokio, que rehace un viejo film suyo de los años 30, abandona sus habituales
familias de clase media-baja, la gente corriente que trabaja en fábricas y
oficinas, por una modesta compañía de cómicos itinerantes, versión nipona de
los de “El viaje a ninguna parte” de Fernán-Gómez. Por otro, y quizás más
relevante en el contexto del tono en que se desarrollan los conflictos en las
películas de Ozu, las emociones y tensiones latentes bajo la serenidad Zen se
ven violentadas por algunas escenas explícitamente crispadas, febriles, con
brotes de rabiosa agresividad del protagonista para con las mujeres, como si nos
encontrásemos frente a un drama sureño de Tennessee Williams.
Pareciera
como si esa vida del teatro más alternativa que la tradicional, fuera en realidad
la sublimación del Japón más conservador, con la sumisión más absoluta de las
mujeres, actrices que actúan como geishas y un primer actor de la compañía que
se comporta con la ferocidad de un samurai en el estilo de Toshiro Mifune.
Probablemente
clave en esa diferente tonalidad sea el protagonismo de Ganjiro Nakamura, un
actor más temperamental, con más descarga de adrenalina, sin duda la antítesis
del imperturbable Chishu Ryu, pero igualmente magníficos ambos en su estilo.
En
el libro de Paul Schrader se habla de uno de los estados de ánimo
característicos del budismo Zen, el “mono
no aware” (o “tristeza resignada”), como el predominante en los personajes
de Ozu, especialmente los de edad avanzada. Pero en “La hierba errante”,
película de intenso colorido, ese estado de ánimo parece más bien desterrado aún
a pesar de sus tormentosas escenas, y la conclusión nos muestra a ese veterano
actor tan vital partiendo en tren junto con su joven amante hacia otros horizontes
en los que iniciar con renovado espíritu otra aventura teatral. Lejos estamos de los amargos finales
de “Cuentos de Tokio”, “Primavera tardía” o “El sabor del sake”.
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